Donald Trump ha apagado toda la belicosidad de su retórica a la hora de recibir la noticia del inesperado deshielo con las negociaciones con Corea del Norte. "Por primera vez en muchos años, un esfuerzo serio está siendo llevado a cabo por todas las partes involucradas. ¡El mundo está mirando y escuchando! Puede ser una esperanza, pero EEUU está listo a ir con firmeza en cualquier dirección", ha declarado en Twiter el presidente estadounidense.
Después de haberse cruzado insultos de índole más bien tabernaria con Kim Yong Un, la reacción de Trump ha sido sorprendentemente calmada, aunque la última frase del tuit insiste de manera indirecta en que EEUU sigue dispuesto a recrudecer las sanciones sobre Pyongyang. El vicepresidente estadounidense, Mike Pence, reaccionó en términos similares, al emitir un comunicado en que decía que "todas las opciones están sobre la mesa".
En Washington, la sorpresa por la rapidez de las negociaciones entre las dos Coreas ha sido notable, más aún si se tiene en cuenta que Seúl parece estar actuando con una considerable independencia de Washington. Pero, igualmente, el escepticismo acerca de la apertura de Pyongyang es enorme. Corea del Norte tiene un largo historial de promesas rotas, empezando por la de 1994, cuando, a cambio de una masiva ayuda humanitaria para combatir la hambruna que el país sufría tras el colapso de su benefactor, la Unión Soviética, el padre del actual dictador, Kim Jong-il.
En los últimos días se habían multiplicado en los medios de comunicación de Estados Unidos noticias sobre la presunta falta de productos básicos en Corea del Norte debida a las sanciones impuestas por Washington
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